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Misal

Misal del Día

PRIMERA LECTURA

Yo quiero amor y no sacrificios. 

Del libro del profeta Oseas 6, 3-6 

Esforcémonos por conocer al Señor; y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra.

“¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? El amor de ustedes es como nube mañanera, como rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”, 

Palabra de Dios.

SALMO

Del salmo 49,1 y 8,12-13.14-15.

R/. Dios salva al que cumple su voluntad. 

Habla el Dios de los dioses, el Señor, y convoca a cuantos moran en la tierra del oriente al poniente: “No voy a reclamarte sacrificios, pues ante mí están siempre tus ofrendas. R/.

Si yo estuviera hambriento, nunca iría a decírtelo a ti, pues todo es mío. ¿O acaso yo como carne de toros y bebo sangre de cabritos? R/.

Mejor ofrece a Dios tu gratitud y cumple tus promesas al Altísimo, pues yo te libraré cuando me invoques y tú me darás gloria, agradecido”. R/.

SEGUNDA LECTURA

Su fe se robusteció y dio con ello gloria a Dios. 

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos 4, 18-25 

Hermanos: Abraham, esperando contra toda esperanza, creyó que habría de ser padre de muchos pueblos, conforme a lo que Dios le había prometido: Así de numerosa será tu descendencia.

Y su fe no se debilitó a pesar de que a la edad de casi cien años, su cuerpo ya no tenía vigor, y además, Sara, su esposa, no podía tener hijos. Ante la firme promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza, antes bien su fe se fortaleció y dio con ello gloria a Dios, convencido de que él es poderoso para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.

Ahora bien, no sólo por él está escrito que “se le acreditó”, sino también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. 

Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN

Aleluya, Aleluya

El Señor me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva y anunciar la liberación a los cautivos. R/.

Aleluya, Aleluya

EVANGELIO

No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. 

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13 

En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.

Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Palabra del Señor.